El mapa (no) es el territorio
Queremos hacer públicos los valores de MAPAS Fest. No son objetivos ni líneas estratégicas, son los valores desde los que nos queremos contar y con los que nos comprometemos, son las ideas y los modos que queremos aportar a la comunidad. Un manifiesto no es una forma de decir que las cosas deban ser así, pero sí la propuesta de una cuestión capital: ¿podría ser ésta otra forma de hacerlo?
Mapas Fest quiere trazar las líneas para un Festival en el espacio social europeo, nacional y local porque nos pertenece en su triple dimensión, pero con la clara consciencia de que lo hacemos desde Canarias. Somos personas diversas, abiertas, viviendo en una realidad múltiple, compleja y cambiante, que nos da forma y a la que podemos dar forma haciendo valer nuestros principios democráticos comunes. No al conformismo, y sí a la resistencia como una forma ética de estar en el mundo.
Fortalecer la cultura es construir territorio. Construir territorio es fortalecer identidades colectivas e individuales y sus alianzas afectivas. Territorio y ciudadanía son conceptos que hoy se entremezclan: territorios físicos y humanos convertidos en mosaicos multiculturales que conviven, se cuidan, se tensionan y se confrontan. Proponemos un teatro que dibuje esa dinámica y nos interrogue sobre nuestra realidad, un arte escénico presente y del presente, que informe de todos los aspectos que afectan a nuestras vidas.
Preguntamos el lugar de la poética en la realidad que estamos construyendo: ¿Cuáles son sus vigencias y cómo delimitan la contemporaneidad que buscamos? ¿Qué riesgos estamos dispuestos a asumir y a experimentar? ¿De qué prejuicios nos podemos liberar? ¿Qué incertidumbres podemos mantener para el beneficio de nuestra humanidad y cuántas certezas impuestas podemos poner en duda? ¿Con qué nos comprometemos realmente?
Buscamos un teatro que nos una en el espacio público y nos interrogue, que nos permita apreciar la pluralidad de vivencias e ideas de nuestra comunidad, que nos posibilite (r)evolucionar y pensar independientemente. Un teatro que confronte es más cercano al bienestar que otro basado en conveniencias: la cultura no debe ser ni adecuada, ni cómoda. Solo del compromiso salen las alternativas.
Cuidar las artes debe ser un compromiso compartido: todxs tenemos un lugar en el teatro -diversidad, complejidad, acercamiento, comprensión, diálogo, escucha, interés, afectos deben estar siempre presentes- y eso implica una responsabilidad colectiva. La cultura no pertenece a las instituciones, ni a los financiadores privados, ni a los lugares donde se representa, sino a las personas y sus comunidades.
Los procesos artísticos nos importan más que los productos, incluso más que sus propios resultados. Buscamos experiencias escénicas que tengan sentido, y que desde todas sus fases de creación y producción se abran a la participación y la intervención de la ciudadanía.
Identidad y diversidad más que instrumentos, son formas básicas de construcción de una polifonía de voces que representan al mundo. Debemos encontrar el máximo espacio para representar distintas miradas, y ofrecer el mayor número de visiones que amplíen nuestros espacios mentales, emocionales, corporales, vitales.
No hay partes, solo maneras de ver las cosas como partes: las Artes no deben ser entendidas como un mecanismo, sino como un organismo en el que todas las piezas se requieren al mismo nivel para hacer un todo. Lo pequeño, lo residual, lo improductivo, lo disruptivo, adquiere un nuevo valor si se observa en su ecosistema.
No a la cadena de valor en su modo tradicional, que cada vez es más cadena y comporta menos valores. Rescatemos nuestras fortalezas internas frente a misiones estratégicas inabarcables.
En el reconocimiento de nuestras cualidades, así como en la capacidad para generarlas, es donde el propósito ético de una organización cultural se hace evidente. Para ver hay que imaginar primero.